La primera intentona no resultó demasiado fructífera, bastantes picadas pero todo de pequeño porte, incluso algun carpin se atrevió a tragarse un par de bolas de pescado. Una foto de Rumba, la perra valiente.
Todo estaba en calma menos el cebadero, no paraba de observar los saltos, coletazos y demás, que surgían uno tras otro y hacía presentir que las carpas estaban comiendo y no tardaría en entrar a mis posturas. O por lo menos eso era la intención.
Con las últimas luces de la tarde y mucho movimiento en el cebadero, tuve una de las picadas mas impresionantes de toda mi vida.
Había colocado en las posturas cebos de gran tamaño, para evitar todo lo posible la mini talla. En una caña que tenía a unos dos metros de la orilla de enfrente, en una pocita de unos dos metros, bajo la sombra de una encina, me pareció un buen lugar para colocar un alburno muerto y así tentar a los comizos que sabía que allí había.
Fue casi al atardecer cuando sonó la alarma dos pitidos secos, en cuanto pude ver que se trataba de la caña que tenía el alburno muerto, me levanté curioso, ya que no hacía mas de una hora y media que había colocado la caña, pero al ser la postura que mas esperanza tenía de capturar un buen comizo, no quería que arrancara la carrera y estuviera lejos.
Me quedé unos veinte segundos al lado del tripode y justo cuando me incorporo, empieza una carrera bestial, movió hasta el tripode, pero gracias a que estaba cerca logré coger pronto la caña, con la mala suerte que solo pude disfrutar de un par de arremetidas, inesperadamente soltó el anzuelo y no pude disfrutar mas.
Tengo claro que fue un bonito ejemplar de barbo, y tengo claro que tenía que volver.
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